Registro magnético del Santo Evangelio según San Juan,
realizado con la autorización escrita de L.T.B.
Subrayado: En esta edición del evangelio de San Juan se encuentran subrayados los
versículos
relacionados con la salvación y con la vida cristiana y sus
responsabilidades.
SAN JUAN |
El Verbo hecho carne
1 En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Éste estaba en el principio junto a Dios. 3 Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
6 Hubo un hombre enviado de parte de Dios, el cual se llamaba Juan. 7 Éste vino para testimonio, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen en él. 8 No era él la luz, sino para dar testimonio de la luz. 9 El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo. 10 Estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de él; pero el mundo no le conoció. 11 Vino a lo que era suyo, y los suyos no le recibieron.
12 Pero a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no han sido engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
14 Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. 15 Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. 16 Porque de su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia.
17
Pues la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la
verdad
vinieron por medio de Jesucristo. 18
A Dios nadie le ha visto jamás; el unigénito Hijo, que
está
en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.
Testimonio de Juan el Bautista
19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? 20 Confesó y no negó, sino que confesó: Yo no soy el Cristo. 21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No lo soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. 22 Le dijeron, pues: ¿Quién eres?, para que demos una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? 23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.
24
Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. 25
Le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas,
si
tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? 26
Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio
de
vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. 27
Éste es el que viene después de mí, el que es
antes
de mí, de cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.
28
Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del
Jordán,
donde Juan estaba bautizando.
El Cordero de Dios
29
Al día siguiente, vio a Jesús que venía hacia
él,
y dijo: He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo.30
Este es aquel de quien dije: Después de mí viene un
hombre,
el cual es antes de mí; porque era primero que yo.
31 Yo no le conocía; mas para que fuese
manifestado
a Israel, por esto vine yo bautizando con agua. 32
Entonces dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que
descendía
del cielo como paloma, y permaneció sobre él. 33
Yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con
agua,
él me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que
permanece sobre él, ése es el que bautiza con el
Espíritu
Santo. 34 Yo le he visto
y he
dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
Los primeros discípulos
35 Al día siguiente, otra vez estaba allí Juan, y dos de sus discípulos. 36 Y fijándose en Jesús que pasaba por allí, dijo: He ahí el Cordero de Dios. 37 Le oyeron hablar los discípulos y siguieron a Jesús. 38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro) ¿dónde te hospedas?
39
Les dijo: Venid y ved. Fueron y vieron dónde se hospedaba y se
quedaron
con él aquel día; porque era como la hora décima.
40
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los que
habían
oído a Juan, y habían seguido a Jesús. 41
Éste halló primero a su hermano Simón, y le dijo:
Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). 42
Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo:
Tú
eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado
Cefas (que quiere decir, Pedro).
Jesús llama a Felipe y a Natanael
43 Al día siguiente quiso Jesús salir hacia Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme. 44 Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. 45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley, así como los Profetas: a Jesús, el hijo de José, el de Nazaret. 46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve. 47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He ahí un israelita de verdad, en quien no hay engaño. 48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.
50
Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi
debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que éstas
verás.
51
Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante
veréis
el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden
sobre el Hijo del Hombre.
Las bodas en Caná
2 Al tercer día hubo unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús.
2 Y fue invitado a las bodas también Jesús con sus discípulos. 3 Y habiendo comenzado a faltar el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. 4 Jesús le dijo: ¿Qué tengo que ver contigo, mujer? Aún no ha llegado mi hora. 5 Su madre dijo a los sirvientes: Haced lo que él os diga.6 Y había allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los judíos. En cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. 7 Jesús les dijo: Llenad estas las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. 8 Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron.
9
Cuando el maestresala probó el agua hecha vino (sin saber
él
de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que
habían
sacado el agua), llamó al novio 10
y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino; y cuando ya han
bebido
mucho, entonces el inferior; pero tú has reservado el buen vino
hasta ahora. 11 Este
principio
de sus señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y
manifestó
su gloria; y sus discípulos creyeron en él.12
Después de esto descendieron a Capernaúm, él, su
madre,
sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no
muchos
días.
Purificación del templo
13 Estaba cerca la pascua de los judíos; y Jesús subió a Jerusalén. 14 Y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. 15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas y volcó las mesas; 16 y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto; no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.
17 Entonces se acordaron sus discípulos de que está escrito: El celo por tu casa me devora. 18 Y los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?
19
Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en
tres
días lo levantaré. 20
Dijeron entonces los judíos: En cuarenta y seis años fue
edificado este templo, ¿y tú lo levantarás en tres
días? 21 Pero
él
se refería al templo de su cuerpo. 22
Por eso, cuando resucitó de entre los muertos, sus
discípulos
se acordaron de que había dicho esto; y creyeron la Escritura y
la palabra que Jesús había dicho.
Jesús conoce a todos los hombres
23
Mientras estaba en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos
creyeron
en su nombre al ver las señales que hacía. 24
Pero Jesús mismo no se confiaba a ellos, porque conocía a
todos, 25 y no
tenía necesidad
de que nadie le diese testimonio acerca del hombre, pues él
sabía
lo que había en el hombre.
El nuevo nacimiento
3 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un hombre importante entre los judíos. 2 Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.
3 Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios.4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
7 No te asombres de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va, así es todo aquel que es nacido del Espíritu. 9 Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede ser eso?
10 Respondió Jesús y le dijo: Tú eres el maestro de Israel, ¿y no conoces estas cosas?
11De
cierto, de cierto te digo, que hablamos de lo que sabemos; y
testificamos
de lo que hemos visto; y no recibís nuestro testimonio. 12
Si os he dicho de cosas de la tierra y no creéis,
¿cómo
creeréis si os digo las del cielo? 13
Y nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo; el
Hijo del Hombre, que ésta en el cielo. 14
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto,
así
también tiene que ser levantado el Hijo del Hombre, 15
para que todo aquel que en él cree, no perezca, sino que tenga
vida
eterna.
De tal manera amó Dios al mundo
16
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito,
para que todo aquel que cree en él, no perezca, sino tenga vida
eterna. 17 Porque
Dios no
envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que
el
mundo sea salvo por medio de él. 18
El que cree en él, no es condenado; pero el que no cree, ya ha
sido
condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito
Hijo de Dios. 19 Y
ésta
es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres
amaron
más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20
Porque todo aquel que obra el mal, aborrece la luz, y no viene a la
luz,
para que sus obras no sean redargüidas. 21
Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que sean
manifiestas
sus obras, que ha sido hechas según Dios.
El amigo del esposo
22 Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y pasó allí algún tiempo con ellos, y bautizaba. 23 Juan también bautizaba en Enón, cerca de Salim, porque había allí muchas aguas; y acudían y eran bautizados. 24 Porque Juan no había sido aún encarcelado.
25 Hubo, pues, una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación. 26 Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, mira, ése está bautizando, y todos vienen a él.
27 Respondió Juan y dijo: Un hombre no puede recibir nada, si no se le ha dado del cielo.
28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. 29 El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, que esta a su lado y le oye, se alegra mucho por la voz del novio; así pues, este gozo mio se ha completado. 30 Es necesario que él crezca, y que yo mengüe.
El que viene de arriba
31 El que viene de arriba está por encima de todos; el que es de la tierra, es terrenal, y habla cosas terrenales; el que viene del cielo, está sobre de todos. 32 Y lo que ha visto y oído, de eso testifica; y nadie recibe su testimonio. 33 El que recibe su testimonio, ése certifica que Dios es veraz. 34 Porque Aquel a quien Dios ha enviado, habla las palabras de Dios; pues Dios no da el Espíritu por medida. 35 El Padre ama al Hijo y todas las cosas las ha entregado en su mano. 36El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino la íra de Dios permanece sobre él.
Jesucristo y la mujer samaritana
4 Cuando, pues, el Señor supo que los fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan 2 (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos), 3 abandonó Judea, y marchó otra vez a Galilea. 4 Y tenía que pasar por Samaria. 5 Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del heredad que Jacob dio a su hijo José. 6 Estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del viaje, se sentó, así junto al pozo. Era como la hora sexta.
7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dijo: Dame de beber. 8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. 9 La mujer samaritana le dijo entonces: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? (Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí.) 10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le hubieras pedido a él, y él te hubiera dado agua viva. 11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacar, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob quien nos dio este pozo, del cual bebió él mismo, sus hijos y su ganado?
13 Respondió Jesús y le dijo: Todo el que bebe de esta agua, volverá a tener sed; 14 pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en una fuente de agua que salte para vida eterna.15 La mujer le dijo: Señor, dame de esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.
16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido y ven acá. 17 Respondió la mujer y le dijo: No tengo marido. Le dijo Jesús: Bien has dicho: No tengo marido; 18 porque has tenido cinco maridos, y el que tienes ahora no es marido tuyo; en esto has dicho la verdad. 19 Le dijo la mujer: Señor, estoy viendo que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar donde se debe adorar. 21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que está llegando la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 23 Pero llega la hora, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca tales adoradores que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, es necesario que le adoren en espíritu y en verdad.25 Le dijo la mujer: Sé que va a venir el Mesías; llamado el Cristo; cuando él venga, nos declarará todas las cosas. 26 Jesús le dijo: Yo soy, el que te está hablando.
27 En esto llegaron sus discípulos, y se sorprendieron de que hablara con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué le preguntas?, o: ¿Qué hablas con ella? 28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: 29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo? 30 Entonces salieron de la ciudad y comenzaron a venir a él. 31 Entretanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. 32 Pero él les dijo: Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis.
33 Entonces los discípulos se decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer?
34 Jesús les dijo: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra. 35 ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? Pues yo os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. 36 Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra se regocije juntamente con y el que siega.37 Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. 38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no habéis trabajado; otros han trabajado, y vosotros habéis entrado en su labor.
39 Y de aquella cuidad, muchos de los samaritanos creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.
40 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaban que se quedase con ellos; y se quedó allí dos días. 41 Y creyeron muchos más por la palabra de él, 42 y decían a la mujer: Ya no creemos por lo que tú has hablado, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
Jesucristo sana al hijo de un noble
43 Dos días después, salió de allí y fue a Galilea. 44 Porque Jesús mismo había dado testimonio de que un profeta no tiene estima en su propia tierra. 45 Cuando luego a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta.
46
Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde
había
convertido el agua en vino. Y había un oficial del rey, cuyo
hijo
estaba enfermo, en Capernaúm. 47
Éste, cuando oyó que Jesús había llegado de
Judea a Galilea, se fue hacía él y le rogaba que
descendiese
y sanase a su hijo, porque estaba a punto de morir. 48
Entonces Jesús le dijo: Si no veis señales y prodigios,
de
ningún modo creéís. 49
El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo
muera.
50
Jesús le dijo: Vete, tu hijo vive. Y el hombre creyó la
palabra
que Jesús le dijo, y se puso en camino. 51
Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle,
y le dijeron noticias, diciendo: Tu hijo vive. 52
Entonces él les preguntó a que hora había
comenzado
a mejorar. Y le dijeron: Ayer, a la hora séptima le dejó
la fiebre. 53 El padre,
entonces,
comprendió que aquélla era la hora en que Jesús le
había dicho: Tu hijo vive; Y creyó él y toda su
familia.
54
Ésta fue una segundo señal que hizo Jesús cuando
fue
de Judea a Galilea.
El paralítico de Betesda
5 Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las Ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3 En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. 4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero entraba en el estanque después del movimiento del agua, quedaba sanado de cualquier enfermedad que tuviese.
5
Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho
años
que estaba enfermo. 6
Cuando
Jesús lo vio tendido, y supo llevaba ya mucho tiempo así,
le dijo: ¿Quieres quedar sano? 7
Le respondió el enfermo: Señor, no tengo quien me meta en
el estanque cuando se agita el agua; y entretanto que yo voy, otro
desciende
antes que yo. 8
Jesús
le dijo: Levántate, toma tu camilla, y anda. 9
Y al instante aquél hombre quedó sano, y tomó su
camilla,
y echó a andar. Y era sábado aquel día. 10
Decían, pues, los judíos a aquel que había sido
sanado:
Es sábado, y no te es lícito llevar la camilla. 11
Él les respondió: El que me sanó, él mismo
me dijo: Toma tu camilla y anda. 12
Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma
tu
camilla y anda? 13 Y
él
que había sido sanado no sabía quién era, porque
Jesús
se había apartado de la gente que estaba en aquel lugar. 14
Después le halló Jesús en el templo, y le dijo:
Mira,
ya estas sano; no peques más, para que no te suceda alguna cosa
peor. 15 El hombre se
fue, y
les contó a los judíos que era Jesús el que le
había
sanado. 16 Y por esto,
los judíos
perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque
hacía
estas cosas en sábado. 17
Y Jesús les respondió: Hasta ahora mi Padre trabaja; y yo
también trabajo. 18
Por
esto, pues, procuraban más aún los judíos matarle,
porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que
también
decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a
Dios.
La autoridad del Hijo
19 Respondió entonces Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que él hace, también lo hace igualmente el Hijo. 20 Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que él hace; y le mostrará mayores obras que éstas para que vosotros os admiréis. 21 Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
22 Pues ni aun el Padre juzga a nadie, sino que ha dado todo juicio al Hijo, 23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. 24 De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de la muerte a la vida.
25
De cierto, de cierto os digo: Llega la hora, y ahora es, cuando los
muertos
oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan
vivirán.
26
Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así
también
le ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; 27
y también le dio autoridad de ejecutar juicio, por cuanto es el
Hijo del Hombre. 28 No
os asombréis
de esto; porque va a llegar la hora en que todos los que están
en
los sepulcros oirán su voz; 29
los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de
vida,
mas los que hicieron lo malo, a resurrección de
condenación.
Testigos de Cristo
30
No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo,
así
juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la
voluntad
del que me envió, la del Padre. 31
Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es
verdadero.
32
Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el
testimonio
que da de mí es verdadero. 33
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la
verdad. 34 Pero yo no
recibo
el testimonio de parte del hombre alguno; mas digo esto para que
vosotros
seáis salvos. 35
Él
era una lámpara que ardía y alumbraba; y vosotros
quisisteis
regocijaros por un tiempo en su luz. 36
Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el
Padre
me dio para que las llevase a cabo, las mismas obras que yo hago, dan
testimonio
de mí, de que el Padre me ha enviado. 37
También el Padre que me envió ha dado testimonio de
mí.
Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su
aspecto,
38
ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien
él
envió vosotros no creéis. 39
Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en
ellas
tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de
mí.
40 Y no queréis
venir
a mí para que tengáis vida. 41Gloria
de los hombres no recibo. 42
Pero yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros
mismos.
43
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro
viene
en su propio nombre, a ése recibiréis. 44
¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís
gloria
los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios
único. 45 No
penséis
que yo voy a acusaros ante el Padre; hay quien os acusa, Moisés,
en quien tenéis puesto vuestra esperanza. 46
Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí;
porque
de mí escribió él. 47
Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo
creeréis
a mis palabras?
Alimentación de los cinco mil
6 Después de esto, Jesús se fue la otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. 2 Y le seguía una gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos. 3 Subió Jesús al monte, y se sentó allí con sus discípulos. 4 Y estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. 5 Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos panes para que coman éstos? 6 Pero decía esto para probarle; porque él sabía lo que iba a hacer. 7 Felipe le respondió: Doscientos denarios de pan no bastarán para que cada uno de ellos tome un poco. 8 Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: 9 Aquí hay un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; pero ¿qué es esto para tantos? 10 Entonces Jesús dijo: Haced recostar a la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar, y se recostaron como el número de cinco mil varones.
11
Tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los
repartió
entre los discípulos y los discípulos entre los que
estaban
recostados; asimismo de los peces, cuanto querían.12
Y cuando se saciaron, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos
que sobraron, para que no se pierda nada. 13
Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco
panes
de cebada sobraron a los que habían comido. 14
Aquellos hombres, entonces, viendo la señal que Jesús
había
hecho, dijeron: Éste es, verdaderamente, el profeta que
había
de venir al mundo. 15
Pero Jesús,
conociendo que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey,
volvió a retirarse al monte él solo.
Jesucristo anda sobre el mar
16
Al atardecer, descendieron sus discípulos al mar, 17
y entrando en una barca, iban cruzando el mar hacia Capernaúm.
Había
oscurecido ya, y Jesús no había venido a ellos. 18
Además, se levantaba el mar con un gran viento que soplaba. 19
Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron
a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y
tuvieron
miedo. 20 Mas él
les dijo:
Yo soy; no temáis 21 Querían,
pues, recogerlo en la barca, la cual llegó en seguida a la
tierra
adonde iban.
La gente busca a Jesús
22
El día siguiente, la gente que se había quedado al otro
lado
del mar vio que no había habido allí más que una
sola
barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus
discípulos,
sino que éstos se habían ido solos. 23
Pero otras barcas habían arribado de Tiberíades junto al
lugar donde habían comido el pan después de haber dado
gracias
el Señor. 24
Cuando vio,
pues, la gente que Jesús no estaba allí ni sus
discípulos,
ellos entraron en las barcas y fueron a Capernaúm, buscando a
Jesús.
Jesucristo, el pan de vida
25 Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?
26 Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque comisteis de los panes y os saciasteis. 27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual os dará el Hijo del Hombre; porque a éste acreditó con su sello Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. 30 Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. 32 Jesús, entonces, les dijo: De cierto, de cierto os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron, pues: Señor, danos siempre este pan.
35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. 36 Pero ya os dije que, aunque me habéis visto, no creéis. 37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, de ningún modo le echaré fuera.38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y ésta es la voluntad del Padre que me envió: que de todo lo que me ha dado, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el último día. 40 Esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el último día. 41 Murmuraban entonces de él los judíos porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. 42 Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? 43 Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. 44 Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no le atrae; y yo le resucitaré en el último día. 45 Escrito ésta en los Profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. 46 No es que alguien haya visto al Padre, sino aquél que vino de parte de Dios; éste ha visto al Padre. 47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.
48 Yo soy el pan de vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.
50 Este es el pan que desciende del cielo, para que coman de él y no mueran. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.
52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? 53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
55
Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en
él. 57 Como me
envió
el Padre viviente, y yo vivo por medio del Padre, asimismo el que me
come,
él también vivirá por medio de mí. 58
Este es el pan que descendió del cielo; no como comieron
vuestros
padres el maná, y murieron; el que come de este pan,
vivirá
eternamente. 59 Estas
cosas dijo
en la sinagoga, enseñando en Capernaúm.
Palabras de vida eterna
60
Al oírlas, muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta
palabra; ¿quién la puede oír? 61Sabiendo
Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban de
esto, les dijo: ¿Esto os ofende? 62
¿Pues qué, si vieseis al Hijo del Hombre subir adonde
estaba
primero? 63 El
Espíritu
es el que da vida; la carne no aprovecha para nada; las palabras que yo
os he hablado son espíritu y son vida. 64
Pero hay algunos entre vosotros algunos que no creen. Porque
Jesús
sabía desde el principio quiénes eran los que no
creían,
y quién le había de entregar. 65
Y siguió diciendo: Por eso os he dicho que nadie puede venir a
mí,
si no le ha sido dado del Padre. 66
Desde entonces, muchos de sus discípulos volvieron atrás,
y ya no andaban con él. 67
Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso
iros
también vosotros? 68 Le
respondió Simón Pedro: Señor, ¿a
quién
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69
Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el
Cristo,
el Hijo del Dios viviente.70
Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a
vosotros
los doce, y uno de vosotros es diablo? 71 Se
refería a Judas Iscariote, hijo de Simón; porque
éste
era el que le iba a entregar, siendo uno de los doce.
Incredulidad de los hermanos de Jesús
7
Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no
quería andar en Judea, porque los judíos le buscaban para
matarle. 2 Estaba cerca
la fiesta
de los judíos, la de los Tabernáculos. 3
Le dijeron, pues, sus hermanos: Sal de aquí, y vete a Judea,
para
que también tus discípulos vean las obras que haces. 4
Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si
haces
estas cosas, manifiéstate al mundo. 5
Porque ni aun sus hermanos creían en él..
6 Entonces Jesús les dijo: Mi tiempo
aún
no ha llegado , mas vuestro tiempo siempre está presto. 7
No puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece,
porque yo testifico de él, que sus obras son malas. 8
Subid vosotros a la fiesta; yo no subo todavía a esa fiesta,
porque
mi tiempo aún no se ha cumplido 9
Habiendo dicho esto, se quedó en Galilea.
Jesús en la fiesta de los tabernáculos
10 Pero después sus hermanos habían subido, entonces él también subió a la fiesta, no manifiestamente, sino como en secreto. 11 Le buscaban los judíos en la fiesta, y decían: ¿Dónde está aquél? 12 Y había una gran murmullo acerca de él entre la multitud, pues unos decían: Es bueno; pero otros decían: No, sino que engaña al pueblo. 13 Sin embargo, ninguno hablaba abiertamente de él, por miedo a los judíos.
14
Mas a la mitad de la fiesta, subió Jesús al templo, y
enseñaba.
15
Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe
éste de letras, sin haber estudiado?
16
Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía,
sino de aquel que me envió.
17
El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina
es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. 18
El que habla por su cuenta, busca su propia gloria; pero el que busca
la
gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en
él
injusticia. 19
¿No os
dio Moisés la Ley? Y ninguno de vosotros cumple la ley.
¿Por
qué buscáis matarme? 20
respondió la multitud: Demonio tienes. ¿Quién
procura
matarte? 21 Jesús
respondió
y les dijo: Una obra hice, y todos os maravilláis 22
Pues bien: Moisés os dio la circuncisión (no porque sea
de
Moisés, sino de los padres), y en sábado
circuncidáis
al hombre. 23 Si recibe
el hombre
la circuncisión en sábado, para que la ley de
Moisés
no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque
sané
completamente a un hombre en sábado? 24
No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo
juicio.
¿Es éste el Cristo?
25 Decían entonces unos de Jerusalén: ¿No es éste a quien buscan para matarle?
26
Pues mirad, habla públicamente, y no le dicen nada.
¿Habrán
reconocido en verdad los gobernantes que éste es el Cristo? 27
Pero éste, sabemos de dónde es; mas cuando venga el
Cristo,
nadie sabrá de dónde es. 28
Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la
voz
y dijo: A mí me conocéis y sabéis de dónde
soy; y no he venido de mí mismo, pero el que me envió es
verdadero, a quien vosotros no conocéis. 29
Pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me
envió.
30
Entonces procuraban prenderle, pero nadie puso sobre él la mano,
porque aún no había llegado su hora. 31
Y muchos del pueblo creyeron en él, y decían: El Cristo,
cuando venga, ¿acaso hará más señales que
éste
hace?
Los Fariseos envían alguaciles para prender a Jesús
32
Los fariseos oyeron a la gente comentar de él estas cosas; y los
principales sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para que le
prendiesen.33
Entonces Jesús dijo: Todavía estaré con vosotros
un
poco de tiempo, y me iré al que me envió. 34
Me buscaréis y no me hallaréis, y a donde yo esté,
vosotros no podéis venir. 35
Entonces los judíos dijeron entre sí: ¿A
dónde
se va a ir éste, que no le hallemos? ¿Acaso va a ir a los
dispersos entre los griegos, y a enseñar a los griegos? 36
¿Qué significa esto que dijo: Me buscaréis y no me
hallaréis, y adonde yo esté no podéis venir?
Ríos de agua viva
37
En el último y gran día de la fiesta, Jesús se
puso
en pie y alzó la voz diciendo: Si alguno tiene sed, venga a
mí
y beba. 38 El que cree
en mí,
como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de
agua
viva. 39 Esto dijo del
Espíritu
que iban a recibir los que creyeran en él; pues aún no
había
sido dado el Espíritu Santo, porque Jesús no había
sido aún glorificado.
División entre la gente
40
Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían:
Verdade-ramente éste es el profeta 41
Otros decían: Este es el Cristo. Mas otros decían:
¿De
Galilea habrá de venir el Cristo? 42
¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de
Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo? 43
Había, pues, disensión entre la gente a causa de
él.
44
Algunos de ellos querían prenderle, pero ninguno le echó
mano.
¡Nunca ha hablado hombre así!
45
Los alguaciles vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos;
y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis
traído? 46 Los
aguaciles
respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este
hombre!
47
Entonces los fariseos les respondieron: ¿También vosotros
habéis sido engañados?
48
¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes,
o de los fariseos? 49
Mas esta
gente que no conoce la ley, son unos malditos.
50
Les dijo Nicodemo, el que vino a él de noche, el cual era uno de
ellos: 51¿Juzga
acaso
nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y conoce lo qué
está
haciendo? 52
Respondieron, y
le dijeron: ¿Acaso eres tú también galileo?
Escudriña
y ve que de Galilea nunca ha surgido ningún profeta. 53
Y cada uno se fue a su casa.
La mujer adúltera
8 Mas Jesús se fue al monte de los Olivos. 2 Y por la mañana se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo vino a él; y sentándose, les enseñaba. 3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, 4 le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. 5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices? 6 Esto decían tentándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo. 7 Y como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella. 8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. 9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los últimos; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. 10 Enderezándose Jesús, y viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están aquellos que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
11
Y ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces le dijo Jesús:
Tampoco
yo te condeno; vete, y no peques ya más.
Jesucristo, la luz del mundo
12
Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del
mundo;
el que me sigue, de ningún modo andará en tinieblas, sino
que tendrá la luz de la vida. 13
Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti
mismo; tu testimonio no es verdadero.14
Respondió Jesús y le dijo: Aunque yo doy testimonio
acerca
de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de
dónde
he venido y adónde voy. Pero vosotros no sabéis de
dónde
vengo ni adónde voy. 15
Vosotros juzgáis según la carne; pero yo no juzgo a
nadie.
16
Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y
el Padre que me envió.
17
Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres
es
verdadero. 18 Yo soy el
que doy
testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da
también
testimonio de mí. 19 Ellos
le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Respondió
Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre. Si a
mí
me conocieseis, también a mi Padre conoceríais. 20
Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas,
enseñando
en el templo; y nadie le prendió, porque aun no había
llegado
su hora.
Adonde yo voy, vosotros no podéis venir
21 Otra vez les dijo Jesús: Yo me voy, y me buscaréis, pero moriréis en vuestro pecado; adonde yo voy, vosotros no podéis venir. 22 Decían entonces los judíos: ¿Acaso se matará a sí mismo, que dice: Adonde yo voy, vosotros no podéis venir? 23 Y les dijo: Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo; yo no soy de este mundo. 24 Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados. 25 Entonces le dijeron: ¿Tú quién eres? Jesús les dijo: En primer lugar, lo que os estoy diciendo. 26 Muchas cosas tengo que hablar y juzgar de vosotros; pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que le he oído a él, esto hablo al mundo. 27 Pero no comprendieron que les hablaba del Padre. 28 Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago de mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. 29 Y el que me envió, está conmigo; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.
30 Mientras
hablaba él estas cosas, muchos creyeron en él.
La verdad os hará libres
31 Dijo entonces Jesús a los judíos que le habían creído: Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?
34
Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que
todo
aquel que hace pecado es esclavo del pecado. 35
Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el Hijo sí queda
para siempre. 36
Así
que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres.37
Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis
matarme,
porque mi palabra no halla cabida en vosotros. 38
Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo
que
habéis oído cerca de vuestro padre.
Sois de vuestro padre el diablo
39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, harías las obras de Abraham. 40 Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual se la he oído a Dios; no hizo esto Abraham.
41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; tenemos un padre, Dios. 42 Jesús entonces les dijo: Si fuese Dios vuestro padre, me amaríais a mí; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. 43 ¿Por qué no comprendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.
44
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y queréis hacer los
deseos
de vuestro padre. Él ha sido homicida desde el principio, y no
se
mantuvo en la verdad, pues no hay verdad en él. Cuando habla
mentira,
de lo suyo habla; porque es mentiroso, y padre de la mentira.45
Y a mí, porque yo digo la verdad, no me creéis. 46
¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo
la
verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?47
El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; por esto no las
escucháis
vosotros, porque no sois de Dios.
La preexistencia de Cristo
48 Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio? 49 Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, sino que honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis. 50 Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca, y juzga. 51 De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca jamás verá la muerte. 52 Entonces los judíos le dijeron: Ahora nos damos perfecta cuenta de que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: El que guarda mi palabra, nunca jamás gustará la muerte. 53 ¿Eres tú, acaso, mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? ¡Y los profetas murieron! ¿Quién te haces a tí mismo? 54 Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios. 55 Pero vosotros no le conocéis; mas yo le conozco, y si dijese que no le conozco, sería mentiroso como vosotros; pero le conozco, y guardo su palabra.
56 Abraham vuestro padre se regocijó de que había dever mi día; lo vio, y se regocijó.
57 Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham naciese, yo soy.
59
Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se
escondió y salió del templo atravesando por en medio de
ellos,
y así pasó.
Jesús sana a un ciego de nacimiento
9
Y al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2
Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí,
¿quién
pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? 3
Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni
sus
padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. 4
Es menester que yo haga las obras del que me envió, entretanto
que
el día dura; viene la noche, cuando nadie puede trabajar.5
Entretanto que estoy en el mundo, soy luz del mundo. 6
Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y
untó
con el lodo los ojos del ciego, 7
y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que significa
enviado).
Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo. 8
Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era
ciego,
decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?
9
Otros decían: Él es; y otros: A él se parece. El
decía:
Yo soy. 10 Y le
decían:
¿Cómo te fueron abiertos los ojos? 11
Respondió él y dijo: Ese hombre que se llama Jesús
hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y
lávate;
y fui, y me lavé, y recibí la vista. 12
Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? El
dijo:
No lo sé.
Los fariseos interrogan al ciego sanado
13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14 Y era sábado cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos. 15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos, cómo había recibido la vista. Él les dijo: El me puso lodo sobre los ojos, me lavé, y veo. 16 Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el sábado. Otros decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales señales? Y había disensión entre ellos. 17 Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? Y él dijo: Que es profeta. 18 Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, 19 y les preguntaron diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? 20 Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; 21 pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará de sí mismo. 22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo a los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. 23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él.
24
Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le
dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.
25
Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo
sé;
una cosa sé, que yo era ciego, y ahora veo. 26
Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo
te
abrió los ojos? 27
Él
les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis escuchado;
¿por qué lo queréis oír otra vez?
¿Acaso
queréis también vosotros haceros sus discípulos? 28
Entonces le injuriaron, y dijeron: Tú eres discípulo de
ese;
pero nosotros somos discípulos de Moisés. 29
Nosotros sabemos que Dios ha hablado por Moisés; pero respecto a
ése, no sabemos de dónde es. 30
Respondió el hombre, y les dijo: Pues en eso está lo
asombroso,
en que vosotros no sepáis de dónde es, y a mí me
abrió
los ojos. 31 Y sabemos
que Dios
no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su
voluntad,
a ése oye. 32
Desde el
principio no se ha oído decir que alguien abriese los ojos a uno
que nació ciego. 33
Si
éste no viniera de parte Dios, nada podría hacer. 34
Respondieron y le dijeron: Tú naciste todo entero en pecado,
¿y
nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.
Ceguera espiritual
35
Oyó Jesús que le habían expulsado; y
hallándole,
le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? 36
Respondió él y dijo: ¿Quién es,
Señor,
para que crea en él? 37
Le dijo Jesús: Pues, le has visto, y el que está hablando
contigo, él es. 38
Y él
dijo: Creo, Señor; y le adoró. 39
Y añadió Jesús: Para juicio he venido yo a este
mundo;
para que los que no ven, vean, y los que ven, se vuelan ciegos. 40
Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al
oír
esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? 41
Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no
tendríais
pecado; mas ahora decís: Vemos; por eso, vuestro pecado
permanece.
Parábola del redil
10
De cierto, de cierto os digo: El que no entra por la puerta en el redil
de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es
ladrón
y salteador. 2 Mas el
que entra
por la puerta, es pastor de las ovejas. 3
A éste le abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y llama a
sus
propias ovejas por su nombre, y las saca. 4
Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las
ovejas le siguen, porque conocen su voz. 5
Mas al extraño no le seguirán, sino que huirán de
él, porque no conocen la voz de los extraños. 6
Esta alegoria les dijo Jesús; pero ellos no compredieron de
qué
les estaba hablando.
Jesús, el buen pastor
7 Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos cuantos vinieron antes de mí, son ladrones y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. 9 Yo soy la puerta; el que entra por medio de mí, será salvo; entrará, y saldrá, y hallará pastos. 10 El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. 11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas.12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo, y deja las ovejas, y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. 13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, 15 así como el Padre me conoce, y conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. 16 También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquellas también debo traer; y oirán mi voz, y habrá un solo rebaño, y un solo pastor. 17 Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. 18 Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo potestad para ponerla, y tengo potestad para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
19
Volvió a haber disensión entre los judíos a causa
de estas palabras. 20
Muchos
de ellos decían: Demonio tiene, y está fuera de
sí;
¿por qué le oís? 21
Decían otros: Estas palabras no son de endemoniado.
¿Puede
acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?
Los judíos rechazan a Jesucristo
22 Se celebró por entonces la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Era invierno, 23 y Jesús andaba paseando en el templo por el pórtico de Salomón. 24 Y le rodearon los judíos y le decían: ¿Hasta cuándo nos vas a tener en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. 25 Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en el nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; 26 pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. 27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 30 Yo y el Padre somos una sola cosa.
31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. 32 Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me vais a apedrear? 33 Le respondieron los judíos, diciendo: No te queremos apedrear por ninguna obra buena, sino por la blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios a ti mismo.
34
Jesús les respondió: ¿No está escrito en
vuestra
ley: Yo dije, dioses sois? 35
Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y
la Escritura no puede ser quebrantada), 36
¿al que el Padre santificó y envió al mundo,
vosotros
decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? 37
Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. 38
Mas si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las
obras,
para que conozcáis y creáis que el Padre está en
mí,
y yo en el Padre. 39
Procuraron
otra vez prenderle, pero él se salió de sus manos. 40
Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde
primero
había estado bautizando Juan; y se quedó allí. 41
Y muchos acudieron a él, y decían: Juan, a la verdad,
ninguna
señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era
verdad.
42
Y muchos creyeron en él allí.
Muerte de Lázaro
11 Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. 2 (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó lo pies con sus cabellos.) 3 Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, mira, el que amas está enfermo. 4 Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por medio de ella.
5
Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6
Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos
días
más en el lugar donde estaba. 7
Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a
Judea
otra vez. 8 Le dijeron
los discípulos:
Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y
otra
vez vas allá? 9
Respondió
Jesús: ¿No son doce las horas del día? El que anda
de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10
pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él. 11
Dicho esto les dijo después: Nuestro amigo Lázaro se ha
quedado
dormido; mas voy a despertarle. 12
Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si está
dormido,
sanará. 13 Pero
Jesús
se había referido a la muerte de Lázaro; y a ellos les
pareció
que hablaba del reposar del sueño. 14
Entonces Jesús les dijo abiertamente: Lázaro ha muerto; 15
y me alegro por vosotros; de no haber estado allí, para que
creáis;
pero vayamos a él. 16
Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus
condiscípulos:
Vamos también nosotros, para que muramos con él.
Jesucristo, la resurrección y la vida
17
Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro
días
que Lázaro estaba en el sepulcro. 18
Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; 19
y muchos de los judíos habían venido a Marta y a
María,
para consolarlas por su hermano. 20
Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía,
salió
a su encuentro, mientras María se quedaba sentada en casa. 21
Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado
aquí,
mi hermano no habría muerto. 22
Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios
te
lo dará. 23
Jesús
le dijo: Tu hermano resucitará. 24
Marta le dijo: Ya sé que resucitará en la
resurrección,
en el último día. 25
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; El que
cree
en mí, aunque haya muerto, vivirá. 26
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá
eternamente.
¿Crees esto? 27
Le dijo:
Sí, Señor; yo he creído que tú eres el
Cristo,
el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
Jesús llora ante la tumba de Lázaro
28 Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. 29 Ella, en cuanto lo oyó, se levantó de prisa y vino a él.
30
Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino
que
estaba en el lugar donde Marta había salido a recibirle. 31
Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la
consolaban,
al ver que María se había levantado de prisa y
había
salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí.
32
María, cuando llegó adonde estaba Jesús, al verle,
se arrojó a sus pies, diciéndole: Señor, si
hubieses
estado aquí, no habría muerto mi hermano. 33
Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la
acompañaban, también llorando, se estremeció
interiormente
y se conmovió, 34
y dijo:
¿Dónde le habéis puesto? Le dijeron: Señor,
ven y ve. 35
Jesús lloró.
36
Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. 37
Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía éste, que
abrió
los ojos del ciego, haber hecho también que Lázaro no
muriera?
Resurrección de Lázaro
38
Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era
una
cueva, y tenía una piedra puesta encima. 39
Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que
había
muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro
días.
40
Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás
la gloria de Dios? 41
Quitaron,
pues, la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y
Jesús,
alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme
oído.
42 Yo sabía que
siempre
me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está
alrededor,
para que crean que tú me has enviado.
43
Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro,
sal
fuera! 44 Y el que
había
muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el
rostro
envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
El complot para matar a Jesús
45 Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él. 46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos, y les dijeron lo que Jesús había hecho. 47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el sanedrín, y dijeron: ¿Qué hacemos? Porque este hombre hace muchas señales. 48 Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación. 49 Entonces Caifás, uno de ellos, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada; 50 ni os dais cuenta de que nos conviene que un solo hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca. 51 Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación; 52 y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. 53 Así que, desde aquel día acordaron matarle.
54 Por tanto, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín; y se quedó allí con sus discípulos.
55
Y estaba cerca la pascua de los judíos; y muchos subieron de
aquella
región a Jerusalén antes de la pascua para purificarse. 56
Y buscaban a Jesús, y estando ellos en el templo, se preguntaban
unos a otros: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a
la fiesta? 57 Y los
principales
sacerdotes y los fariseos habían dado órden de que si
alguno
supiese dónde estaba, lo denunciara, para que le prendiesen.
Jesús es ungido en Betania
12
Seis días antes de la Pascua, vino Jesús a Betania, donde
estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien
había
resucitado de los muertos. 2
Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y
Lázaro
era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. 3
Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro,
de
mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los
enjugó
con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. 4
Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote, hijo de
Simón,
el que iba a entregarle: 5
¿Por
qué no fue este prefume vendido por trescientos denarios, y dado
a los pobres? 6 Pero
dijo esto,
no porque tuviese interés por los pobres, sino porque era
ladrón,
y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. 7
Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi
sepultura
ha guardado esto. 8
Porque a
los pobres siempre los tenéis con vosotros, mas a mí no
siempre
me tendréis.
El complot contra Lázaro
9 Gran multitud de los judíos se enteraron entonces de que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. 10 Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro,
11
porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y
creían en Jesús.
La entrada mesiánica en Jerusalén
12
Al día siguiente, grandes multitudes que habían venido a
la fiesta, al oir que Jesús venía a Jerusalén, 13
tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro, y clamaban:
¡Hosanná!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de
Israel!
14
Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él,
como está escrito: 15
No temas, hija de Sión; he aquí que tu Rey viene,
montando
sobre un pollino de asna. 16
Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero
cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas
cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las
habían
hecho. 17 Y daba
testimonio la
gente que estaba con él, cuando llamó a Lázaro del
sepulcro, y le resucitó de los muertos. 18
Por lo cual también salió la gente a su encuentro, porque
oyeron que él había hecho esta señal. 19
Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no
conseguís
nada. Mirad, el mundo se va tras él.
Unos griegos buscan al Señor
20
Había ciertos griegos entre los que subían a adorar en la
fiesta. 21 Estos, pues,
se acercaron
a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron diciendo:
Señor,
queremos ver a Jesús. 22
Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y
Felipe
se lo dijeron a Jesús. 23
Jesús les respondió diciendo: Ha llegado la hora para que
el Hijo del Hombre sea glorificado. 24
De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la
tierra
y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. 25
El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en
este
mundo, la guardará para vida eterna. 26
Si alguno me sirve, sígame; y donde yo esté, allí
también estará mi servidor. Al que me sirva, mi Padre le
honrará.
Jesucristo anuncia su muerte
27
Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré?
¿Padre,
sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. 28
Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he
glorificado,
y lo glorificaré otra vez. 29
Y la multitud que estaba allí, y había oído la
voz,
decía que había sido un trueno. Otros decían: Un
ángel
le ha hablado. 30
Respondió
Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino
por
causa de vosotros. 31
Ahora es
el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo
será
echado fuera. 32 Y
yo, si
soy levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. 33
Y decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir.34
Le respondió la gente: Nosotros hemos oído de ley, que el
Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices
tú
que es necessario que el Hijo del Hombre sea levantado?
¿Quién
es este Hijo del Hombre?
35 Entonces
Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre
vosotros; andad entretanto que tenéis luz, para que no os
sorprendan
las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde
va. 36 Entretanto
tenéis
la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Estas
cosas
habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos.
Incredulidad de los judíos
37
Pero a pesar de que había hecho tan grandes señales
delante
de ellos, no creían de él; 38
para que se cumpliese la palabra del profeta Isaías, que dijo:
Señor,
¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a
quién
se ha revelado el brazo del Señor? 39
Por esto no podían creer, porque también dijo
Isaías:
40
Ha cegado los ojos de ellos, y endureció su corazón, para
que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, y se
conviertan,
y yo los sane. 41
Isaías
dijo esto cuando vio su gloria, y habló acerca de él. 42
Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él;
pero
a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la
sinagoga.
43 Porque aman más
la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
Las palabras de Jesucristo juzgarán a los hombres
44
Jesús clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en
mí, sino en el que me envió; 45
y el que me ve a mí, ve al que me envió. 46
Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en
mí
no permanezca en tinieblas. 47
Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he
venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. 48
El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la
palabra que he hablado, ella le juzgará en el último
día.49
Porque yo no he hablado por mi propía cuenta; sino que el Padre
que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de
decir,
y de lo que he de hablar. 50
Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que
yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.
Jesús lava los pies de sus discípulos
13 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. 2 Y cuando cenaban, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase, 3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, 4 se levantó de la cena, se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. 6 Llegó, pues, a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies a mí? 7 Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, mas lo entenderás después. 8 Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavo, no tendrás parte conmigo. 9 Le dijo Simón Pedro: Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza. 10 Jesús le dijo: El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros estáis limpios, aunque no todos. 11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: No todos estáis limpios.
12
Después que les lavó los pies, tomó su manto, se
puso
de nuevo a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he
hecho?
13
Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien,
porque lo soy. 14 Pues
si yo,
el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros
también
debéis lavaros los pies los unos a los otros. 15
Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros
también
hagáis así. 16
De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su
señor,
ni el enviado es mayor que el que le envió. 17
Si sabéis estas cosas, dichosos sois si las ponéis en
práctica.
18
No hablo de todos vosotros; yo sé a quiénes he elegido;
mas
para que se cumpla la Escritura: El que come pan conmigo,
levantó
contra mí su calcañar.
19
Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda,
creáis
que yo soy. 20 De
cierto, de
cierto os digo: El que recibe al que yo envíe, me recibe a
mí;
y el que me recibe a mí, recibe al que me envió.
Jesús anuncia la traicíón de Judas
21 Habiendo dicho Jesús esto, se turbó en su interior, y dio testimonio, diciendo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. 22 Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba. 23 Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado a lado de Jesús. 24 A éste, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. 25 Él entonces, recostándose cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es? 26 Respondió Jesús: A quien yo dé el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón. 27 Y después del bocado, entró Satanás en él. Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto.
28
Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por
qué
le dijo esto. 29 Porque
algunos
pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le
decía:
Compra lo que necesitamos para la fiesta»; o que diese algo a los
pobres. 30 Cuando
él,
pues, tomó el bocado, salió en seguida; y era de noche.
El nuevo mandamiento
31 Luego que salió, dijo Jesús: Ahora ha sido glorificado el Hijo del Hombre, y Dios ha sido glorificado en él. 32 Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará. 33 Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir. 34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos con los otros.
Jesús anuncia la negación de Pedro
36
Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas?
Jesús
le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me
seguirás más tarde. 37
Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir
ahora? Mi vida pondré por ti. 38
Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por
mí?
De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, antes que me
hayas negado tres veces.
Jesucristo, el camino al Padre
14No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, ya os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos adónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?
6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por medio de mí. 7 Si me conocieseis, también conoceriais a mi Padre; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. 8 Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. 9 ¡Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? 10 ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. 11 Creedme que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí; si no, creedme por las mismas obras.
12
De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, las obras que
yo
hago, también él las hará; y aun hará
mayores
que éstas, porque yo voy al Padre. 13
Y cualquier cosa que pidáis al Padre en mi nombre, la
haré,
para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14
Si pedís algo en mi nombre, yo la haré.
La promesa del Espírtitu Santo
15 Si me amáis, guardad mis mandamientos. 16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17 el Espíritu de la verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.
19 Todavía un poco, y el mundo ya no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, y vosotros también viviréis. 20 En aquel día vosotros conoceréis que yo soy en mi Padre y vosotros en mí, y yo en vosotros. 21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él. 22 Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? 23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, guardará mi palabra; y mi Padre le amará, e iremos a él, y haremos morada con él. 24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.
25
Os he dicho estas cosas estando con vosotros. 26
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre
enviará
en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os
recordará todo lo que yo os he dicho. 27
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no la doy como el mundo la da. No se
turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. 28
Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros.
Si me amarais, os alegraríais, porque he dicho que voy al Padre;
porque el Padre es mayor que yo. 29
Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda,
creáis.
30
No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el
príncipe
de este mundo, y él nada tiene en mí. 31
Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, actúo como el
Padre
me mandó. Levantaos, vámonos de aquí.
Jesucristo, la vid verdadera
15 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quita; y todo aquel que lleva fruto, lo limpia, para que lleve más fruto.3 Vosotros estáis ya limpios por la palabra que os he hablado. 4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí, nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, es echado fuera como el pámpano, y se seca; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis, así, mis discípulos. 9 Así como el Padre me ha amado, también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. 12 Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que éste, que uno ponga su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis cuanto yo os mando. 15 Ya no os llamo más siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; sino que os he llamado amigos, porque todas las cosas que le oí a mi Padre, os las he dado a conocer. 16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. 17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.
El mundo os aborrecerá
18 Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.
19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. 20 Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra. 21 Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.22 Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. 23 El que me aborrece a mí, aborrece también a mi Padre. 24 Si yo no hubiese hecho entre ellos las obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora las han visto, y me han aborrecido a mí y también a mi Padre. 25 Pero esto es para que se cumpla la palabra que está escrita en su ley: Me aborrecieron sin motivo. 26 Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mí. 27 Y vosotros daréis testimonio también, porque estáis conmigo desde el principio.
16 Estas
cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo. 2
Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando
cualquiera
que os mate, pensará que rinde servicio a Dios. 3
Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí. 4
Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os
acordéis
de que ya os lo había dicho.
La obra del Espíritu Santo
Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros. 5 Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas? 6 Antes, porque os he dicho estas cosas, la tristeza ha llenado vuestro corazón. 7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me voy, os lo enviaré. 8 Y cuando él venga, redargüirá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 9 De pecado, por cuanto no creen en mí; 10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
13
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os
guiará
a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino
que
hablará todo cuanto oiga, y os hará saber las cosas que
habrán
de venir. 14
El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os
lo
hará saber. 15
Todo lo
que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo
mío, y os lo hará saber.
La tristeza se convertirá en gozo
16 Todavía un poco, y no me veréis; de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre. 17 Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco, y no me veréis; de nuevo un poco, y me veréis; y porque voy al Padre? 18 Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No sabemos que quiere decir. 19 Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: ¿Indagáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis? 20 De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará; vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. 21 La mujer, cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.
22
También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os
volveré
a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os
quitará
vuestro gozo. 23 En
aquel
día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os
digo,
que todo cuanto pidáis al Padre en mi nombre, os lo dará.24
Hasta ahora, nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y
recibiréis,
para que vuestro gozo esté completo.
Yo he vencido al mundo
25 Estas cosas os he hablado en alegorías; viene la hora en que ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré acerca del Padre. 26 En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, 27 pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios. 28 Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre. 29 Le dijeron sus discípulos: He aquí que ahora hablas claramente, y no dices ninguna alegoría. 30 Ahora vemos que sabes todas las cosas, y no necesitas que nadie te pregunte; por esto creemos que has salido de Dios. 31 Jesús les respondió: ¿Ahora creéis? 32 He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. 33 Estas cosas os he hablado para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis aflicción; pero tened ánimo, yo he vencido al mundo.
Jesús ora por sus discípulos
17 Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; 2 como le has dado postestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le has dado. 3 Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.4 Yo te he glorificado en la tierra; he llevado a término la obra que me diste a realizar. 5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo existiese.
6 He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. 7 Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; 8 porque les he dado las palabras que me diste; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son,
10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. 11 Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. 12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; y los que me diste; los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que se cumpliese la Escritura. 13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo completo en sí mismos. 14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 19 Y por ellos yo mismo me santifico a mí mismo, para que también ellos estén santificados en la verdad.
20
Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los
que
han de creer en mí por medio de la palabra de ellos, 21
para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo
en
ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo
crea
que tú me enviaste. 22
Y yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno,
así
como nosotros somos uno. 23 Yo
en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad,
para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has
amado
a ellos como también a mí me has amado. 24
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy,
también
ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado;
porque
me has amado desde antes de la fundación del mundo. 25
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y
éstos
han conocido qu e tú me enviaste. 26
Yo les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer
aún,
para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en
ellos.
Arresto de Jesús
18
Habiendo dicho estas cosas, salió Jesús con sus
discípulos
hacía el otro lado del torrente de Cedrón, donde
había
un huerto, en el cual entró él y sus discípulos. 2
Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel
lugar,
porque Jesús se había reunido allí muchas veces
con
sus discípulos. 3
Judas,
pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de
los
principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas
y antorchas, y con armas. 4 Pero
Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de
sobrevenir,
se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? 5
Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo
soy.
Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. 6
Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron en tierra. 7
Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién
buscáis?
Y ellos dijeron: A Jesús nazareno. 8
Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me
buscáis
a mí, dejad ir a éstos; 9
para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me
diste,
no perdí ninguno. 10 Entonces
Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó,
e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja
derecha.Y el siervo se llamaba Malco. 11
Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa
que el Padre me ha dado, ¿acaso no la he de beber?
Jesucristo ante el sumo sacerdote
12
Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los
alguaciles
de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron, 13
y le llevaron primeramente a Anás; porque era el suegro de
Caifás
que era sumo sacerdote aquel año. 14
Era Caifás el que había dado el consejo a los
judíos,
de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.
Pedro en el patio de Anás
15
Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro
discípulo.
Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró
con Jesús al patio del sumo sacerdote; 16
mas Pedro estaba fuera, junto a la puerta. Salió, pues, el
discípulo
que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e
hizo
entrar a Pedro. 17
Entonces la
criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también
de
los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy. 18
Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían
encendido
unas brasas de carbón; porque hacía frío, y se
calentaban;
y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.
Anás interroga a Jesús
19 Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
20 Jesús le respondió: Yo he hablado publicamente al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto.
21
¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han
oído, qué les he hablado; he aquí, ellos saben lo
que yo he dicho. 22
Apenas dijo
esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio a
Jesús
una bofetada, diciéndo: ¿Así respondes al sumo
sacerdote?
23
Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en
qué
está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas? 24
Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo
sacerdote.
Pedro niega a Jesús
25 Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y dijo: No lo soy. 26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él?
27
Negó Pedro otra vez, y en seguida cantó el gallo.
Jesús ante Pilato
28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al Pretorio. Era de maldrugada, y ellos no entraron en el Pretorio para no contaminarse, y así poder comer la Pascua. 29 Entonces salió Pilato a ellos, y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? 30 Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado. 31 Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los judíos le dijeron: A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie; 32 para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir. 33 Entonces Pilato volió a entrar en el Pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? 34 Jesús le respondió: ¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí? 35 Pilato le respondió: ¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? 36 Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí. 37 Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú Rey? Respondió Jesús: Tú lo dices; yo soy Rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. 38 Le dijo Pilato: ¿Qué es verdad? Y, dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito. 39 Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte a uno en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos? 40 Entonces todos gritaron, de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón.
19 Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó. 2 Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y se la pusieron en la cabeza, y le vistieron con un manto de púrpura; 3 y le decían: ¡Salve, Rey de los judíos!; y le daban de bofetadas. 4 Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: Mirad, os lo traigo fuera, para que os deis cuenta de que no hallo en él ningún delito. 5 Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre! 6 Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, gritaron, diciendo: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale! Pilato les dijo: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo delito en él. 7 Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios. 8 Cuando Pilato oyó decir esto, tuvo más miedo. 9 Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta. 10 Entonces le dijo Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte y que tengo autoridad para soltarte? 11 Respondió Jesús: No tendrías ninguna autoridad contra mí, si no se te hubiera dado de arriba; por tanto, el que me ha entregado a ti, tiene mayor pecado.
12 Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los judíos gritaron, diciendo: Si sueltas a éste, no eres amigo del César; todo el que se hace rey, se opone al César.
13
Entonces Pilato, oyendo esto, llevó fuera a Jesús, y se
sentó
en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo
Gabatá.
14
Era la preparación de la pascua, y como la hora sexta. Entonces
dijo a los judíos: ¡He aquí vuestro Rey! 15
Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato
les
dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los
principales
sacerdotes: No tenemos más rey que César. 16
Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese
crucificado.
Tomaron, pues, a Jesús, y le llevaron.
Crucifixión y muerte de Jesús
17 Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota. 18 Y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
19 Escribió también Pilato un título, y lo puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, EL REY DE LOS JUDÍOS. 20 Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad, y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. 21 Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: No escribas: el Rey de los judíos, sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos. 22 Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.
23 Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron los vestidos de él, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. 24 Entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será. Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Y esto es precisamente lo que hicieron los soldados.
25 Estaban de pie junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. 26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. 29 Y había allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y sujetándola a una rama de hisopo, se la acercaron a la boca. 30 Luego que Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado está. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
El costado de Jesús, traspasado
31
Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la
pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el
sábado
(pues aquel sábado era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que
se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí. 32
Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y
asimismo
al otro que había sido crucificado con él. 33
Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le
quebraron
las piernas. 34 Pero
uno de
los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante
salió
sangre y agua. 35
Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y
él
sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. 36
Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No se
le quebrará ningún hueso. 37
Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
Jesús es sepultado
38
Después de todo esto, José de Arimatea, que era
discípulo
de Jesús, pero secretamente por miedo a los judíos,
rogó
a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato
se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de
Jesús.
39
También Nicodemo, el que antes había visitado a
Jesús
de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y áloe, como cien
libras. 40 Tomaron,
pues, el
cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias
aromáticas,
según es costumbre sepultar entre los judíos. 41
Y en el lugar donde había sido crucificado, había un
huerto,
y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había
sido puesto ninguno.
42 Allí,
pues, por causa de la preparación de la pascua de los
judíos,
y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
La resurrección del Señor
20
El primer día de la semana, María Magdalena fue de
madrugada,
siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del
sepulcro.
2
Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro
discípulo,
aquel al que amaba Jesús, y les dijo: Se han llevado del
sepulcro
al Señor, y no sabemos dónde le han puesto. 3
Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro.
4 Corrían los dos
juntos;
pero el otro discípulo corrió más aprisa que
Pedro,
y llegó primero al sepulcro. 5
Y bajándose a mirar, vio los lienzos colocados en el suelo, pero
no entró. 6 Luego
llegó
Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio
los lienzos colocados en el suelo, 7
y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús,
no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte. 8
Entonces entró también el otro discípulo que
había
venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. 9
Porque aún no habían entendido la Escritura, que era
menester
que él resucitase de los muertos. 10
Y volvieron los discípulos a los suyos.
Jesús se aparece a María Magdalena
11
Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras
lloraba,
se inclinó para mirar dentro del sepulcro; 12
y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados
el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de
Jesús
había sido colocado. 13
Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se
han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han
puesto.
14
Dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba
allí;
mas no sabía que era Jesús. 15
Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A
quién
buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si
tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo
llevaré.
16
Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le
dijo: ¡Rabuní! (que quiere decir, Maestro). 17
Jesús le dijo: Suéltame, porque aún no he subido a
mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro
Padre,
a mi Dios y a vuestro Dios. 18
Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos
las
nuevas de que había visto al Señor, y que él le
había
dicho estas cosas.
Jesús se aparece a los discípulos
19
Al anochecer de aquel mismo día, el primero de la semana,
estando
las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban
reunidos
por miedo a los judíos, vino Jesús, se puso en medio y
les
dijo: Paz a vosotros. 20
Y, dicho
esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos
se regocijaron viendo al Señor. 21
Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me
envió
el Padre, así también yo os envío. 22
Y habiendo dicho esto, sopló y les dijo: Recibid el
Espíritu
Santo. 23 A quienes
remitiereis
los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les
quedan
retenidos.
Incredulidad de Tomás
24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: Hemos visto al Señor. El les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré de ningún modo.
26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. 27 Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. 28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! 29 Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, has creído; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.
El propósito del libro
30
Hizo además Jesús muchas otras señales en
presencia
de sus discípulos, las cuales no están escritas en este
libro.
31
Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su
nombre.
El Señor se aparece a siete de sus discípulos
21 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberíades; y se manifestó de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos.
3 Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada.
4
Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa;
mas los discípulos no sabían que era Jesús. 5
Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le
respondieron:
No. 6 El les dijo: Echad
la red
a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya
no la podían sacar, por la gran cantidad de peces. 7
Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a
Pedro:
¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que
era
el Señor, se ciñó la ropa (porque se había
despojado de ella), y se echó al mar. 8
Y los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red
de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos. 9
Al descender a tierra, vieron unas brasas puestas, y un pez encima de
ellas,
y pan. 10 Jesús
les dijo:
Traed de los peces que acabáis de pescar. 11
Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena
de
grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, no se
rompió
la red. 12 Les dijo
Jesús:
Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevió a
preguntarle:
¿Tú, quién eres?, sabiendo que era el
Señor.
13
Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo
del
pescado. 14 Esta era ya
la tercera
vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos,
después
de haber resucitado de los muertos.
Apacienta mis ovejas
15
Después de haber comido, Jesús dijo a Simón Pedro:
Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que
éstos?
Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te
amo.
El le dijo: Apacienta mis corderos. 16
Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de
Jonás,
¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor;
tú
sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. 17
Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me
amas? Pedro se entristeció de que le dijese por tercera vez:
¿Me
amas?, y le respondió: Señor, tú lo sabes todo;
tú
sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. 18
De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te
ceñías
tú mismo, e ibas adonde querías; mas cuando seas viejo,
extenderás
tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará adonde
no
quieras. 19 Esto dijo,
dando
a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y
dicho
esto, añadió: Sígueme.
El discípulo amado
20
Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo
a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había
recostado
en su pecho, y le había dicho: Señor,
¿quién
es el que te ha de entregar? 21
Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, y éste
¿qué?
22
Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga,
¿qué te va a ti?
Tú, sígueme. 23
Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel
discípulo
no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría,
sino: Si quiero que él quede hasta que yo venga,
¿qué
te va a ti? 24 Este es
el discípulo
que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y
sabemos
que su testimonio es verdadero. 25
Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las
cuales
si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo
cabrían
los libros que se habrían de escribir. Amén.
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