Diccionario de La Biblia. Herder . Barcelona

Teofanía. La palabra t. significa -> aparición de Dios, pero se usa para indicar una manifestación de Dios perceptible por, los sentidos, ora en figura humana, ora en grandiosos y terribles fenómenos de la naturaleza.

(1) Aunque desde antiguo se estaba convencido de que el hombre no puede ver a Dios sin morir (Gén 32,21 Ex 24, y Os 33,20 Jue 6,22 I3,22 Is 6,4, cf. Ex 3,6 20,19 Dt 4,33 IRe 19,I3), la tradición, sin embargo, conserva algunos relatos antiguos sobre manifestaciones visibles de Dios. Yahvéh aparece en forma humana a Abraham (Gén 18, cf. 12,7 I5,18 I7,i), a Isaac (26,2), a Jacob (32,25-31 35,9). Igualmente, el autor sagrado se imagina a Yahvéh en forma humana, cuando en el jardín del Edén habla y conversa familiarmente con Adán y Eva Gen 3:8-24 lo mismo que con Noé (16:13 7:16), aunque en estos pasajes no se usa la palabra "aparecer".

Si, como puede admitirse, el ángel de Yahvéh no es otra cosa que una manifestación, perceptible por los sentidos, de Yahvéh mismo, las apariciones de este ser misterioso han de considerarse Indudablemente como teofanías. En dos ocasiones se describe al ángel de Yahvéh como a un hombre Jue 6,11ss 13,3ss, cf. Gén 18s Jos 5,13); probablemente, hemos de representárnoslo de la misma manera en otros relatos en que Yahvéh y su ángel se identifican entre sí

(Gén 16,ioss'21,17SS 31,11-13 Núm -22,31-35 Jue 2,I-4). Sin duda, en estos pasajes no aparece Yahvéh mismo, sino que se manifiesta en una figura visible que se llama su ángel.

Hay aquí un intento de presentar las apariciones sensibles de Dios bajo forma menos antropomórfica.

Las tradiciones acerca de las t. sobre el Sinaí no son acordes. Según Ex 33,20-23, Moisés no podía ver la cara de Yahvéh, porque «ningún hombre que me ve, vive,>; por eso Yahvéh le cubrió la cara con su mano, al pasar su gloria, y Moisés sólo vio a Yahvéh por la espalda. En la primera t. (3,iss), a lo que parece, Moisés sólo ve. la llama que ardía, sin consumir la zarza, a pesar de que se diga que se le aparece el ángel de Yahvéh (V. 2, cf - 3, i 6 4,5). Según 3,6 (noticia que pertenece probablemente a otra fuente), Moisés se habría cubierto también la cara cuando Dios le habló. Las más antiguas tradiciones recalcan, pues, la santidad de Yahvéh, con quien el hombre no puede entrar en contacto, ni siquiera con la mirada.

También la orden de purificar al pueblo (Ex. 19:10 cf. Núm 11:18Jos 3,5 7,13) y mantenerlo, bajo pena de muerte, alejado de la montaña santa (Ex 19,,12S.2I-24 34,3), ilustra vivamente la santidad de Dios, cuyas palabras el pueblo no se atreve siquiera a oír de modo inmediato por miedo a morir (Ex 20,10; cf. Dt 5,22). Finalmente, cuando Yahvéh descendió a la montaña entre fuego humo y terremoto (Éx 19,18), entre truenos, resonar de trompetas y nubes (19,16 20,18), el pueblo sólo percibió los fenómenos naturales que acompañaron la teofanía.

Otras tradiciones, por el contrario, dan a entender que Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta ancianos «vieron a Dios", sin que fueran heridos de muerte, y tomaron parte en un convite sagrado sobre el monte santo para sellar la alianza (24,9-I'); o que por lo menos Moisés contempló la faz de Yahvéh,  que «le hablaba boca a boca"(Núm I2,8 Éx 33,l1, en contraposición a los profetas, a quienes sólo se manifestaba por medio de sueños y visiones (Núm I2,6-8 Dt 23,10). Igualmente, según Dt 4,12.15 el pueblo mismo oía las palabras que Yahvéh le dirigía desde el fuego, pero no veía figura alguna, y Yahvéh le hablaba *sobre el monte cara a cara» (Dt 5,4), e.d., sin persona intermedia, o le hablaba desde el cielo (ÉX 20,22). Se dice también que Yahvéh está en medio de su pueblo y se le aparece (nir'eh) «ojo a ojo», e.d., inmediatamente, sin intermediario. Cierto que las expresiones «cara a cara», «boca a boca» u «ojo a ojo» no indican necesariamente una visión corporal, sino que ponen más bien de relieve lo inmediato de la percepción; es cierto, sin embargo, que estos textos atribuyen al pueblo una percepción directa de la palabra y presencia de Dios que no se expresa en los relatos de Ex 19:22-24 34,3 20,I9 33,20-23.

A primera vista, estaríamos tentados a considerar como más antiguas las tradiciones del segundo grupo, pues hablan de teofanías en que se percibe con los sentidos la persona o la voz de Dios. Sin embargo, el Dt, que pone de relieve que el pueblo oyó la voz de Yahvéh; y el pasaje de Núm 12,6-8, que para colocar a Moisés por encima de todos los profetas le atribuye el privilegio de haber visto la faz de Dios, parecen ser bastante recientes. Esto puede darse por cierto respecto a la observación final de Dt 34,10, que deriva de Núm I2,6-8; Núm I4,I4 parece ser una glosa. El relato, en fin, de 24 9-11 tiene tal vez por fin glorificar al primer sumo sacerdote, a los ancianos y al sacerdocio por el hecho de haber asistido a la conclusión de la alianza; esto sería indicio de fecha más reciente.

Sea como fuere, ninguno de los relatos describe la figura de Yahvéh; se habla esto del «semblante "temúna" de Yahvéh; Núm I2,8), sin más pormenores, o de lo que le rodea, como en ÉX 24,9-1 1, donde sólo se dice que el pavimento de baldosas de zafiro que había a los pies del Dios de Israel brillaba como el cielo. En la t. concedida a Elías (1Re 19,9ss), Yahvéh anuncia que pasará delante del profeta (v. i i); sin embargo, éste no ve figura alguna; cuando oye el susurro de un viento suave que le manifiesta la presencia de Dios, cubre su rostro con su manto y oye las palabras que Dios le habla. Isaías, que ve al Señor sentado sobre su trono (6,iss), tampoco dice nada acerca del aspecto de Yahvéh, sino que habla sólo de los pliegues de su manto, de los serafines que le rodeaban y del humo que llenaba el templo. Ez I,4-2,9 se complace en describir la luz, el fuego, los querubines, el carro, el firmamento, el trono de Yahvéh; pero sólo con extrema reserva habla de la figura humana que creía ver sobre el trono. Sólo Dan 7,gs describe a Dios como un anciano de cabellos blancos, vestido de blanco y sentado sobre trono de fuego. Hay que notar, por lo demás, que en Is, Ez y Dan se trata de visiones, no de teofanías.

(11) Todas las tradiciones que se refieren .1 la revelación sobre el Sinaí cuentan de los grandiosos y espantables fenómenos naturales, en medio de los cuales Yahvéh se manifestó a su pueblo. Se habla de truenos, relámpagos, llamas, humo, una espesa nube, resonar de trompetas (Éx 19,16 2o,18), terremotos, fuego, humo (Éx 19,18), de una nube y de la gloria de Yahvéh, que cubrió el monte como con fuego (24,i6s) '

En los relatos del Ex, la nube desempeña papel importante, como manifestación sensiblemente perceptible de la presencia de Yahvéh. Bajo la figura de una columna de niebla durante el día y de una columna de luz durante la noche, la nube sirve de guía a las tribus de Israel en sus peregrinaciones

(Éx 13,21S I4,I9.24 Núm 14,I4 Dt 1,33, e¡. Neh 9,12.19 Sal 78,14), 0 aparece en determinados momentos encima de la entrada del tabernáculo, cuando entra Moisés a recibir las comunicaciones de Dios (Ex 33,gs Núm II,25 I2,5 Dt 3I,15, cf. Sal 99,7). En la consagración del tabernáculo y del templo, la nube los cubrió, mientras la gloria de Yahvéh llenaba la morada, e impidió que Moisés entrara en ella (Ex 40,33s, cf . i Re 81 i os). Según otros textos, las tribus Permanecían acampadas en tanto que la nube permanecía sobre el tabernáculo; apenas «se levantaba la morada», se ponían en movimiento; por el día era nebulosa, por la noche brillaba con resplandor de fuego (Éx 40,34-38 Núm 9,I5-22 io,iis). La nube es, pues, símbolo de Yahvéh en cuanto éste guía a su pueblo y le habla y lo protege.

(III) Como se creía que, en los comienzos de Israel, Yahvéh se había aparecido en el desierto y particularmente sobre el monte ,Sinaí, se esperaba que al fin de los tiempos se manifestaría otra vez visiblemente en favor de su pueblo. Así, la restauración venidera de Israel y el juicio final sobre los pueblos son presentados a menudo por los profetas como la renovación de las t., a las que el pueblo escogido debía su existencia (Is 4,5s, cf. Éx 40,34-38;@ 18 24,21-23, cf. Éx 24,9-II; Is 30,27, cf. Ex 19,16; Is 40,5, cf. Éx 24,i6s; Is 52,8.12, Cf. Ex 24,9-11 13,2Is; Jer 31,1-3, cf. Núm I4,I4).

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