EL TRIUNFO DE LA OPERACIÓN
 por Demetrio Cánovas
El HERALDO del Pueblo, Nº 134 Marzo - Abril 2002

 

CHay fenómenos televisivos a los que resulta difícil    sustraerse.  Reciben tal publicidad y cobertura informativa que, a menos que apaguemos lo que Leonard Cohen llama “esa pantallita inútil”, nos veremos bombardeados, asediados e invadidos por el “producto” que nos quieran “vender”.
 

CEstos días atrás hemos constatado (voluntaria o involuntariamente) la final del programa “Operación Triunfo” o, para ser más exactos, la primera final de este nuevo culebrón musical.  Lo cual que tres jóvenes (pues los mayores parecen estar discriminados en este invento) han sido elegidos por sufragio popular como los triunfadores, si bien los méritos de ganadores y perdedores (según los entendidos) no se corresponden con los resultados de la votación, y lo que parece haber primado es el carisma personal de algunos, que concita adhesiones incondicionales de según qué clase de público.

CEl afán por destacar;  triunfar y hacerse famoso es ingénito en muchos seres humanos.  No se conforman con lo corriente, lo mediocre y lo trivial y, consecuentemente, aprovechan cualquier oportunidad para lanzarse al estrellato, aunque, por desgracia, algunos puedan estrellarse en el proceso.

CUno de los obstáculos, sin embargo, en esta carrera lo constituye el hecho de que no solo cuenta el valor intrínseco 
 

 

de nuestras habilidades sino el reconocimiento que de ellas quieran hacer los demás.  Y aquí es donde entra una serie  de factores arbitrarios y caprichosos, como los amiguismos, las influencias, los “enchufes” o la mera volubilidad del público.  En cualquier caso, nada hay más efímero que lo que socialmente se denomina triunfo.  Los grandes triunfadores de ayer son los grandes olvidados de hoy.  ¡Qué ironía!  Con razón los atletas de la Antigüedad recibían como premio a su victoria una corona ... de laurel.

CPor otro lado siempre ha habido grandes hombres y mujeres que, a pesar de sus indudables méritos,  no han recibido el aplauso o reconocimiento de que fueron acreedores o lo han recibido a título póstumo.  Tal vez pertenecían al bando equivocado, o a la religión equivocada o al momento histórico equivocado.  Nuevamente, nuestra injusta sociedad ha cometido con ellos la correspondiente injusticia, y estos héroes han sido condenados al ostracismo.  En muchos casos lo que “triunfa” es la operación de ingratitud, descuido, desprecio o simplemente hostilidad que se ha montado contra tales personas.

C¿Quién pensaría, por ejemplo, hoy en día en Jesucristo como un triunfador?  Más aún, ¿quién pensó que lo fuera en su propio tiempo?  Nacido en un pesebre, carpintero en una oscura aldea hasta los 30 años, seguido por un puñado de personas sencillas en la remota región de Palestina, sin reconocimiento social o gubernamental, llevado a los tribunales como malhechor y condenado a muerte por un “jurado popular” compuesto por una gran multitud de personas manipuladas, ciertamente ninguna “operación triunfo” le habría tenido en cuanta para nada.



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